29
Abr
Off

Dos seres de otro mundo

Era de noche y la cubierta de la fragata estaba tranquila. Los dos soldados salieron a fumar un cigarrillo. Era una costumbre extendida entre la tripulación cuando te tocaba guardia nocturna. Se apoyaron en la barandilla y escudriñaron la negrura abismal que se hallaba frente a ellos:

– Vaya mierda es estar de guardia por la noche. No hay nada que hacer para matar el tiempo salvo pasearse por la cubierta y fumar cigarrillos. Además hoy no hay ni luna.

– Ya, pero cuando el capitán dice que te toca, pues te toca.

De repente, un ruido en el mar llamó la atención de los dos soldados. Las aguas empezaron a agirtarse, a borbotear. Se formó mucha espuma en un momento y un torbellino surgió en la superficie del mar. Los dos soldados se miraron e internamente se preguntaron qué podía ser. Estando en alta mar, pensaron los dos, lo más probable es que fuera una ballena o algo de tamaño similar, ya que el torbellino tenía unos cinco o seis metros de ancho. Sin embargo, lo que empezó a surgir del torbellino no pertenecía al mundo marino. De hecho, ni siquiera pertenecía a este mundo. Una maraña de largos tentáculos negros, entrelazados unos con otros, se alzó por encima del agua. Los soldados miraron estupefactos el negro caos de tentáculos. No podían creer lo que estaban viendo. El ser de otro mundo que acababa de aparecer empezó a acercarse al barco. En ese momento, los soldados volvieron a mirarse y ambos dijeron a un tiempo: ¡Creo que es hora de dejar la cubierta!

Corrieron rápidamente hacia la puerta más cercana, entraron y cerraron de golpe. Frenéticamente subieron las escaleras que conducían al puente de mando. Piso tras piso, entre jadeos, fueron subiendo hasta alcanzar las plantas superiores de la nave. Justo antes de llegar a la planta en la que estaba el puente de mando, oyeron un gran ruido y alboroto. La escena que vieron cuando llegaron fue poco tranqulizadora: la mayor parte de los soldados y de los cabos estaban despiertos y se agolpaban en la entrada del puente de mando gritando: ¡Qué coño es eso! ¡Esto no tiene ningún sentido! ¡Qué vamos a hacer, por Dios! Los dos soldados se hicieron sitio entre la muchedumbre y poco a poco fueron avanzando hasta entrar en la sala en la que estaba el capitán.

– Capitán, esto es importante. Hemos visto algo que no…

– No es el momento soldado. No ha visto la que hay aquí montada.

– Sí señor. Pero lo que tenemos que decirle es muy importante. Cuando estábamos en la cubierta inferior algo ha salido del agua. No sabemos lo que es, pero estaba avanzando hacia el barco.

– Ya lo sé soldado, ya lo he visto. ¿Por qué se cree que todo el mundo está así?

Los dos soldados se miraron sin comprender. En ese momento algo en el horizonte llamó su atención. Se acecaron a las ventanas y miraron a través de ellas como muchos otros soldados ya estaban haciendo. Lo que vieron les dejó sin habla. Otro ser de otro mundo se alzaba en frente del barco. Este era mucho más grande, debía tener unos 30 o 35 metros de altura. Era totalmente negro, pero aún así podía distinguirse perfectamente, incluso en una noche cerrada y sin luna como la que había ese día. No estaba hecho de tentáculos, sino de formas geométricas –triángulos, rectángulos, circunferencias o estrellas– que al unirse unas a otras trazaban el contorno del ser.

– Capitán, creo que no hay solo uno. El que hemos visto nosotros es distinto.

El capitán miró a los soldados con desasosiego.

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