Galáctica
Nos miramos en el borde del camino, un paisaje plano, en blanco y negro, con mucha luz.
Nos tocamos la mano. Nos palpamos cada dedo como queriendo escanear su superficie para guardarla en la memoria.
Se oye viento pero no se mueve nada. Todo estático en el silencio, excepto nuestras manos.
De su mano surge una rosa o una flor blanca de jazmín o una margarita o una flor de lavanda.
Me acerca la lavanda a mi nariz, cierro los ojos, inhalo. Luego otra flor y otra. Yo no las veo, solo oigo sinfonías de olores y reflejos de colores.
Corro por el camino, sola. El mundo es de un color sepia, como de tormenta de arena, solo que todo está quieto y en silencio.
Puedo oír mi respiración que trae sonido a percusión, un ritmo monótono que me acompaña.
Me siento a la sombra de un árbol. Ya no hay camino. Estoy tocando una manzana o una bola blanca, de esas que suelen llevar las magas o las payasas.
Me gusta deslizarla por la piel de mi brazo, cuando lo hago, se oye una música electrónica, cuando paro, silencio. Ni un pájaro.
Estoy en una caja, sé que mi cara existe, no estoy segura de lo demás. Muevo los labios. Silencio. Estoy masticando. Estoy hablando. Silencio.
Mastico. La manzana en mi brazo debajo del árbol. De nuevo en la caja. Silencio.
Articulo palabras, la caja se ilumina alrededor de mi rostro con distintos colores.
Las palabras violentas son rojas: ‘yo’, ‘victoria’, ‘mío’,… Las palabras blancas son neutras: ‘nosotras’, ‘sol’, ‘tren’,… Las palabras duras son oscuras: ‘luna’, ‘ellas’, ‘sirena’,…
Todo es rojo, indistinguible, fluctúa, palpita, se oye gentío, se oye un tren, se oyen sirenas.
En la esquina inferior derecha, una luz blanca, en la superior izquierda, sombra.
El ruido continúa, se mezcla, se vuelve metálico, se aleja. Silencio.
Pies jugando con la hierba. Colores saturados. FIN