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Los 7 Pecados de Gea

Prólogo

Parte 1 de 8

 

Hace millones de años Gea era un planeta que albergaba vida en continua evolución, pero nunca imaginó que esa evolución podría volverse en su contra, era algo tan perfecto y equilibrado que no cabía la posibilidad de fallo alguno.

Cuando aparecieron los primates y empezaron a evolucionar hacia los primeros homínidos, no pudo sentirse amenazada, sólo eran seres bípedos con cerebros de simio. Pero su gran error fue someter a estas criaturas a un cambio climático brusco; su hogar, Africa, se había transformado de una enorme extensión de verdes bosques en una sabana, un clima áspero y seco donde escaseaba el alimento y abundaban los depredadores y los carroñeros. Fueron forzados a una cruel selección natural, la única salida para ellos era convertirse en carroñeros, comieron el cerebro y el tuétano de los huesos que dejaban los otros animales, y paradógicamente esto fue su salvación y el principio del desastre. Empezaron a hacer herramientas para alimentarse, y los que mejor las hicieron sobrevivieron. Crearon una especie de círculo cerrado, al mejorar las herramientas obtenían más comida y más energía para sus cerebros, y como consecuencia más inteligencia que les ayudaba a mejorar aun más sus herramientas. Gea fue sorprendida por sus insignificantes criaturas, estas habían tomado ya la decisión inconsciente de iniciar un tortuoso viaje para fundar la raza humana. Era imposible prevenir la dimensión de las consecuencias. Eran sus hijos de algún modo, y parecían tan diferentes al resto… ¿hasta donde podrían llegar?

Un millón y medio de años más tarde, habían evolucionado hacia unos homínidos con cuerpo de hombre y cabeza de simio, eran grandes y fuertes, pero con unos cerebros pequeños. Fueron los primeros en salir de la África natal hacia Asia en busca de alimento. Con el tiempo llegaron a ser mucho mas inteligentes, y llegaron a Europa.

Gea estaba sufriendo cambios climáticos drásticos, había entrado en una serie de eras glaciales y el hielo cubría la mayor parte de sus continentes. Mientras África se beneficiaba con grandes lluvias y aumentaba sus zonas arbóreas, Europa no era más que tundra y estepa, un paisaje desolador.

Así que cuando los homínidos llegaron a Europa se encontraron con los gélidos inviernos, los depredadores salvajes, la ausencia de plantas para alimentarse durante seis meses al año, y la carroña no era suficiente. Estaban de nuevo ante la muerte, y la única salida fue cazar. Pero no habían evolucionado como depredadores naturales, les faltaba fuerza y velocidad, y tuvieron que utilizar herramientas fabricadas por ellos mismos para matar. Reprodujeron el Fuego, que sólo existía en su forma natural, convirtiéndolo en el hogar, sin él no hubiesen sobrevivido a las bajas temperaturas. Gea los había acorralado sin darse cuenta, ella era la culpable de estos Homínidos asesinos, era difícil considerarlos un peligro, en todo caso un depredador más, aunque ella no contaba con esto dentro de su propio equilibrio. Y el hecho de que controlasen uno de sus elementos, era algo digno de admiración. Tenía unas criaturas muy especiales, y eso la distinguía como ente espacial en el enigmático universo donde ella habita. Pero si eran capaces de llegar hasta este punto en tan poco tiempo y con una inteligencia en aumento continuo, ¿dónde estaría el límite?; de momento sólo cabía esperar.

La evolución humana se completó hace ciento cincuenta mil años. El hombre se encontraba en el principio de su historia, en África, y ya había evolucionado lo suficiente para cocinar los alimentos en hogares, pescar, confeccionar ropa, decorar, y sobre todo, poseer el pensamiento simbólico, y la capacidad de invención. Cien mil años después, un subgrupo decidió emprender un segundo viaje, como sus antepasados, pero esta vez a través de la costa africana y por las riberas del rio Nilo, consumiendo los recursos costeros y ribereños. Era un viaje sin retorno, mientras avanzaban los primeros, nuevos grupos se incorporaban a la ruta de avance, eran imparables. Gea les ayudó, estaba sufriendo su última glaciación y el nivel del agua era muy bajo, dejando al descubierto puentes de tierra entre los continentes que favorecieron al hombre en su largo viaje, llegando a poblar hasta el último rincón del planeta.

La situación era preocupante. Gea no podía permitir la superpoblación de estos nuevos seres, estaba claro que no se detendrían ante nada, que su número iba en aumento, y que cada vez tenían más recursos y se las ingeniaban para burlar las barreras que ella les imponía. Era la primera vez que le ocurría esto, y empezó a darse cuenta de que estaba equivocada. Realmente eran peligrosos, tanto que arriesgaban su propio equilibrio vital. Había cometido demasiados errores, y se había confiado subestimando a sus criaturas, ahora debía encontrar una solución. Debía buscar sus puntos débiles, ya que no podía exterminarlos aun teniendo la capacidad para ello. Eran sus hijos predilectos, sólo había que tratarlos con inteligencia. Precisamente era la inteligencia la que les distinguía del resto de los seres vivos. Y la inteligencia produce sentimientos adversos, su desconocimiento e incomprensión de los misterios que les rodeaban les produciría miedo, y es probable que ese miedo pudiera ser útil para controlarlos de algún modo. Su ignorancia y el hecho de que fuesen conscientes de ella era su punto débil. Era el pánico a lo desconocido lo que les tenía en desventaja. Sólo buscaban respuestas, solo querían sobrevivir. Ella les daría lo que buscaban, aplacaría de este modo sus miedos, y les daría la seguridad que anhelaban, ellos la adorarían, y la convertirían en su diosa. Debía personificarse como tal, ofrecerles algo que no rechazarían y a cambio ella se aseguraba su integridad. No podía hacerlos desaparecer, pero sí podía pactar con ellos.

¿Qué les podría ofrecer?, ¿qué es lo que busca cualquier ser vivo que se encuentre en un hábitat peligroso y desconocido? Sobrevivir, reproducirse y perpetuar su linaje; es algo instintivo y por muy inteligentes que sean los hombres, no podían desprenderse de sus instintos animales. Esto, combinado con su egoísmo como individuos dentro de su propia especie era lo que Gea debía utilizar para sus propósitos. La fecundidad, la hembra, la mujer, era la clave de todo.

Eva no era más que una niña de diez años cuando sucedió. En aquellos tiempos la esperanza de vida era tan corta, que ya se consideraba una mujer adulta. Vivía los primeros tiempos del hombre en su primer hogar, África, el continente que menos sufría los fríos glaciales de Gea. Pasaba la mayor parte del tiempo en los bosques recolectando tubérculos, raíces y plantas con el resto de las mujeres del clan, mientras los hombres cazaban enormes animales prehistóricos.

Gea la sintió durante un tiempo paseando por sus verdes bosques. Hasta que un día la sorprendió con una tormenta, y se quedó atrapada intentando protegerse bajo la copa de un árbol. Sola y asustada miraba hacia el cielo gris. Rodeada de oscuridad observaba cómo caía la lluvia imperiosamente sobre el suelo golpeándolo con fuerza y formando rápidamente un charco ante ella. La tormenta se paró de súbito y las aguas del charco empezaron a ascender formando la figura de una mujer. Eva miraba incrédula mientras Gea se personificaba ante ella. Por un momento Gea dudó, era un plan descabellado, ahí estaba esa pequeña criatura indefensa, mojada y perpleja, ¿cómo podía hablarle de su empresa y cómo ella iba a comprender? Pero de repente Eva la llamó, la había reconocido. Pensó que tenía que ser la diosa de la fecundidad, ya que ella se había convertido en mujer y la diosa en persona venía a anunciarle su cambio, venía a obsequiarla con el vientre más fértil que ninguna mujer había poseído jamás; y en cierto modo era así. Al comprender Gea lo sucedido miró fijamente la expresión de orgullo y felicidad que bañaba el rostro de la joven y le habló:

He venido a hacer contigo el “pacto del linaje”. Un linaje poderoso que dominará el mundo, serás la única mujer de tu tiempo que perpetuará su esencia en una descendencia ininterrumpida de mujeres. Ellas te llevarán a través de los tiempos hasta el más remoto lugar que puedas imaginar. A cambio de tu eternidad deberás prometer lealtad a Gea, vuestra madre. Nunca tus hijas e hijos cometerán actos en su contra y siempre será suprema para ellos. Respetarán cada elemento, cada ser y hasta el más insignificante fragmento de su equilibrio. De este modo, habitareis en ella tanto como ella con vosotros y tú serás el espíritu constantemente presente que nos unirá a todos en armonía.”, Eva asintió sin pensarlo un instante, y Gea continuó:

Las mujeres de tu descendencia poblarán con sus clanes el mundo, y tú estarás ahí en todo momento para cumplir nuestro pacto. Una de ellas a la que llamarás “Lara” iniciará el viaje desde el vientre de Gea, África, hacia lo desconocido. Siete serán las encargadas de poblar Europa, su corazón. Allí tu viaje y el de tu raza llegará a su fin con un obsequio que Gea ofrecerá a tus hijos. A partir de ese momento sus vidas cambiarán para siempre.

Ahora tú eres la madre de la humanidad, la “Eva mitocondrial”, y tu misión es hacer que nuestro pacto se cumpla; de ello depende la supervivencia de todos nosotros”.

Gea había dispuesto un mecanismo que permitiría a Eva transportarse a través de sus descendientes. Los genes que había creado en los núcleos de las células de todos sus seres vivos para su reproducción serían la mejor manera de viajar, pero se contaminaban con demasiada frecuencia, y mutaban tanto que la esencia de Eva se vería disuelta en muy poco tiempo. Para solucionar este contratiempo dispuso unos pequeños organismos. que llamó “mitocondrias”, y los situó dentro de las células pero fuera del núcleo. Los genes que llevarían dentro estos microorganismos sólo los podía transportar la mujer; de este modo jamás se verían contaminados por los genes del hombre en el proceso de reproducción.

Eva alcanzó la vejez treinta años más tarde y murió. Sus hijos y nietos la lloraron desconsoladamente.

Viajó durante milenios con un nuevo despertar en cada nacimiento. Vivió en todos sus hijos y convivió con los ajenos a su descendencia. Alcanzó la sabiduría y la omnipresencia, y su ambición incrementó. Cada vez que pisaban una nueva tierra su poder sobre Gea era mayor, alimentando su ambición humana. Estaban ocupando su cuerpo y pronto, muy pronto, llegaría a lo más profundo. La esencia de Eva comenzaba a corromperse sin que ninguna de las dos fuese consciente de ello. Tenía pequeñas dudas sobre la soberanía de Gea, el pacto perdía gradualmente el sentido, y su eco sonaba en el interior de Eva lejano y distorsionado.

Un día como otros muchos despertó una vez más y sintió su destino. El viaje llegaba a su recta final, la primera de las siete había nacido. Y la historia de sus vidas sería la clave de lo que vendría después. Explica el sufrimiento que el ser humano padeció para recorrer el duro y espinoso camino que implicaba la supervivencia, abarcando finalmente su tortuoso mundo y alcanzando la paz. Y cómo con el tiempo acabó perdiendo su memoria histórica y el respeto por sí mismo y por todo lo que le rodea, Gea.

Continúa: Cap. I. Úrsula

(Zaragoza, 2005)

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