9
Nov
Off

Enredadera Rusa

La plaza estaba llenándose poco a poco. Aunque aún había algunos tranvías circulando, seguro que eran los últimos porque no debía faltar mucho para que la carrera diera comienzo. “Ey, voy a ir colocándome en la línea de salida”, les dije. Parecía que la gente ya se estaba posicionando y no quería salir demasiado atrás. El año pasado no acabé mal pero llegué justo al inicio y luego no hubo forma de adelantar. Me coloqué justo en la línea de salida, pegado al lado derecho. A los pocos minutos de colocarme la plaza era un constante bullir, mucha gente agolpándose en la salida, mucha otra simplemente observando. Con el apremio del inicio empezaron los empujones, y con los empujones los codazos, pero no cedí ni un milímetro. “Menos mal que he pillado un buen sitio. Si llego a esperar unos minutos más, no habría habido manera de ponerme tan adelante.” El juez se aproxima a la línea de salida, mira hacia atrás y sin mediar palabra da el pistoletazo de salida. Todas salimos al sonido del disparo, como resortes de un muelle. El ritmo de inicio es muy, muy, muy fuerte.

– Pero qué locura de ritmo es este.

– A este ritmo no creo que aguante ni dos calles.

– Siggg, ufff, siggg, ufff, siggg, ufff.

Después del loco inicio, y totalmente en contra de mi predicción, veo que aguanto bastante bien el infernal ritmo de salida. Rápidamente el grueso del pelotón se queda atrás, y nos quedamos menos de una decena de personas en el grupo de cabeza. Miro de reojo a algunos de los que van conmigo y pienso: “No creo que por delante haya mucha gente. De hecho igual no hay nadie. Así que fácilmente voy segundo o tercero. Es cuestión de aguantar el ritmo y ver con cuánta reserva llegamos al final.” En ese momento doblamos hacia la izquierda y bajamos por una calle muy empinada. Visualizo el mapa en mi cabeza y sé que el siguiente desvío del trazado también es a la izquierda. Pero, ¿en la siguiente calle? ¿O en la siguiente de la siguiente? No me acabo de decidir y cuando llega el primer desvío no giro. Miro hacia atrás y veo que todas las corredoras giran en esa calle y pienso: “Cagada. Seguro que era esa calle. Bueno, no importa. Seguro que las dos calles siguen trazados paralelos y puede que ni siquiera pierda tiempo.” Cuando llego al final de la calle me doy cuenta de que es una calle sin salida. Volver no es una opción porque perdería mucho tiempo, así que miro alrededor en busca de algún plan alternativo.

Ciertamente me encuentro en una calle sin salida. Hay varias puertas de casas al final del callejón, pero no se ve ninguna salida. Veo que la calle está dividida en dos niveles de altura distintos. En el que me encuentro es el nivel superior, así que me decido a saltar al inferior en busca de alguna posible salida. Antes de saltar miro hacia abajo pero no parece que haya demasiada altura. Una enredadera vegetal permite estimar la altura y, por lo que parece, no es demasiado alta. Así que salto sin medir para no perder demasiado tiempo. Aterrizo bien y empiezo a inspeccionar el nivel inferior. Tras unos instantes me doy cuenta de que tampoco hay ninguna salida aquí y que, de hecho, parece que tendré que subir al nivel superior y volver por donde he venido. “¿Por dónde subo ahora?” pienso, y miro a ver si es posible saltar y agarrarme al sitio desde el que he saltado. Sin embargo, como todo ser humano sabe de haber vivido esa peligrosa pero excitante etapa en la que algo te impulsa a saltar desde sitios cada vez más altos, me doy cuenta de que la altura desde la que he saltado es mucho mayor que la altura que puedo subir saltando. No problem, puedo subir por la pendiente llena de plantas. Aunque es bastante pronunciada y aunque no son demasiado resistentes, al poder agarrarme puedo ascender poco a poco. Sin embargo, cuando estoy a mitad de ascensión, de repente la pendiente vegetal toma vida y en un golpe súbito se hace más grande a la vez que más pronunciada. Vértigo es un término que se queda más bien pequeño para describir la sensación. Es como cabalgar una montaña rusa vegetal pero sin ir montado en ninguno de los carros. Más bien es como ser parte de la estructura misma y moverse con ella.

Enredadera Rusa por #Avatar.

Después del vértigo de ese impulso inicial de ascenso, vienen unas cuantas sacudidas y tambaleos laterales un tanto violentos, pero después de eso, poco a poco, puedo ir ascendiendo. Con algo de esfuerzo, o quizá con bastante, consigo llegar de nuevo arriba. Tomo aire y vuelvo a la entrada de la calle. Al final no había otra, el trazado de la carrera solo contemplaba una opción.

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