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Filosofía Experimental del Lenguaje: ¿Cuantitativa o Cualitativa?

Como decíamos en el artículo anterior, la distinción entre métodos cuantitativos y métodos cualitativos es una de las dicotomías que más debates provoca en muchos campos de investigación. La filosofía experimental del lenguaje, disciplina en la que nos centraremos en este artículo, nació como un intento de aplicar métodos cuantitativos, provenientes en su mayor parte de las ciencias cognitivas, a un campo eminentemente cualitativo como era la filosofía del lenguaje. Sin embargo, como veremos, la influencia de los elementos cualitativos en dicha disciplina siguió presente, haciéndose más patente una vez que se superó esa fase inicial de euforia que suele acompañar los inicios de una nueva disciplina.

Uno de los métodos más usados en filosofía del lenguaje es el llamado método de los casos. Este método consiste, básicamente, en probar o refutar una hipótesis por medio de una serie de ejemplos inventados por la propia persona que intenta probar o refutar la teoría en cuestión. Si yo quiero probar que una teoría X respecto a un fenómeno es correcta, entonces buscaré ejemplos que despierten en la gente intuiciones acorde a las predicciones de la teoría X. Por ejemplo, si quiero defender que nuestras atribuciones de conocimiento a otras personas varían de contexto a contexto, entonces elaboraré ejemplos donde al cambiar el contexto, también cambien nuestras intuiciones respecto a si alguien sabe algo. Supón que pregunto a Pedro si sabe si el banco abrirá mañana, y Pedro contesta diciendo que sabe que abrirá porque mañana es jueves y él va todos los jueves al banco. En este contexto, creo que podríamos decir que Pedro sabe que el banco abrirá mañana. Sin embargo, ahora supón que el contexto cambia y que de la respuesta de Pedro depende algo muy importante, por ejemplo que pagues a tiempo una factura que evite tu inminente desahucio. En este segundo caso puede que no estés tan dispuesto a decir que Pedro sabe que el banco abrirá mañana. Al menos, seguro que no tanto como en el primer caso. Ya que hay mucho en juego, es posible que quieras asegurarte de que el banco abrirá el jueves, por ejemplo llamando al banco y hablando con alguien que trabaja allí. Podría decirse que nuestras atribuciones de conocimiento dependen, al menos en parte, de lo que esté en juego, de las consecuencias que se sigan de tomar la afirmación de alguien como conocimiento o no.

El método de los casos, aunque ha sido el más usado en filosofía del lenguaje durante décadas, tiene varios problemas. Primero, si los casos considerados no son casos de usos reales de hablantes competentes sino que son casos inventados por la propia persona que argumenta a favor o en contra de la teoría, entonces solo estaremos teniendo en cuenta las intuiciones de esa persona. Esto supone un problema porque las personas que no compartan esa intuición no verán el ejemplo como evidencia a favor o en contra de la hipótesis de partida. Segundo, incluso considerando que los ejemplos propuestos como evidencia a favor o en contra de una hipótesis dada son casos de usos reales, el número de casos considerados suele ser muy pequeño y por lo tanto no será representativo del total de casos posibles que pudieran ser considerados como evidencia a favor o en contra de la teoría en cuestión.

Para superar estos problemas, a partir de principios del siglo XXI se inició una nueva forma de abordar los fenómenos lingüísticos desde la filosofía del lenguaje: la denominada “filosofía experimental del lenguaje”. Este tipo de filosofía tiene como objetivo sustituir el método de los casos por métodos experimentales. Es decir, sustituir métodos cualitativos por métodos cuantitativos. La metodología más extendida en el campo, a día de hoy, es el uso de cuestionarios, que consiste en sondear las intuiciones de la gente sobre temas tan variados como: a qué objetos refieren nombres propios como “Madagascar”, o “Gödel”, a qué objetos refieren términos de clase natural como “oro” o “tigre”, o si es obligatorio retractarse de afirmaciones como “Las alcachofas son deliciosas” o “El chocolate podría estar en la nevera” cuando pasado el tiempo evaluamos esas mismas afirmaciones de distinta manera. Con este cambio metodológico se avanzó en gran medida, ya que se pasó de considerar las intuiciones de unas pocas personas, a veces solo una, a considerar las intuiciones de un número mucho mayor de hablantes competentes. Sin embargo, pronto se hizo patente que el elemento cualitativo seguía presente de una manera u otra. Por ejemplo, los equipos investigadores tenían ciertos sesgos que influían a la hora de plantear las hipótesis iniciales o incluso a la hora de diseñar los experimentos. En definitiva, las intuiciones, el conocimiento e incluso los deseos de las personas que formaban parte de los grupos investigadores acababan influyendo en los propios experimentos y guiaban de alguna manera las respuestas de la gente encuestada.

En el próximo artículo veremos algunos de estos sesgos así como otros problemas con los que se encontró la filosofía experimental del lenguaje, y apuntaremos una posible solución metodológica: la lingüística de corpus.

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