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Empatía Cíborg

Este artículo es el primero de una serie que iremos publicando #Faraón y yo (#Avatar) en nuestra aproximación como humanistas a los entresijos del diálogo humana-máquina. Considero que la mayoría –expertas computacionales aparte–, en la que me incluyo, nos hemos acercado a las tecnologías digitales a través de interfaces que hacen amable la interacción, pero este acercamiento, que yo describiría de utilitarista en general, me ha impedido pensar en las implicaciones de desarrollar “empatía” por algo que hasta ahora he considerado una herramienta. La misma empatía que puedo tener como ser humano por otro ser, humano o no.

Me explico. Cuando tengo un sentimiento de empatía por otro ser, esto consiste, habitualmente, en asimilar su marco epistémico, su forma de adquisición de conocimiento sobre el mundo, de tal manera que establezco semejanzas entre nuestras percepciones y concluyo que tendremos reacciones parecidas respecto a ese input, a esa entrada de información sobre lo percibido. Tengo empatía por los sentimientos de otros seres porque soy capaz de reproducir lo que yo identifico como sufrimiento o alegría. La pregunta aquí es: ¿cuándo este mecanismo de empatía me lleva a una simplificación de lo ignorado por asimilación y por lo tanto a una comprensión deficiente?

Cuando quiero asimilar el output o salida de información de un autómata, cuyos mecanismos de procesamiento son puramente matemáticos, como si fuera genuinamente humana, estoy aceptando que el robot tiene un marco epistémico semejante al mío. En otras palabras, cuando tengo la creencia de que el mundo tiene únicamente una base algorítmica, concluyo que los lenguajes de expresión humana, que se encuentran plasmados en sus artes –poesía, danza, pintura, música, gastronomía, etc.–, pueden ser traducidos a números. El hecho de que todavía no lo hayamos logrado no implicaría, por lo tanto, más que la necesidad de persistencia en el método y tiempo de experimentación.

¿Has probado alguna vez hablar con la chatbot Eliza? Es un viejo robot conversacional que intenta hacerse pasar por tu terapeuta. Ahora tenemos proyectos más elaborados y si eres amiga de Apple, ya conocerás a Siri. Este tipo de autómatas son una de nuestras obsesiones desde hace más de medio siglo, desde que Turing creó a Eliza. Consiste en hacer que la máquina procese el lenguaje humano de tal manera que sea capaz de reproducirlo sin que podamos percibir la diferencia a ningún nivel, ni siquiera el metafórico, véase si no las dotes poéticas incipientes del primo hermano de WASP. En todos estos casos, todavía pasa lo que al AlphaGo, la simulación de Google del Go, un antiguo juego oriental de mesa; que seguimos sin captar la esencia del juego, en nuestro caso, del juego de las palabras, pero imaginamos ya distopías del calibre presentado en la película Her de Spike Jonze.

Por ello considero, y sirva esto como declaración de intenciones para mis futuras publicaciones en esta serie de MV, que resulta conveniente para mí, como filóloga, visitar las bases de nuestro Procesamiento del Lenguaje Natural (PLN o NLP en inglés), desde un punto de vista humanista. Es decir, comprender cómo hemos desarrollado desde el principio nuestra forma de “empatizar” con las máquinas, de hacerlas partícipes de nuestra humanidad, de regalarles la palabra, que todavía tiene carácter divino en muchas culturas humanas. Con ello quiero hacerme más consciente de este proceso de “asimilación”, que, admitámoslo, forma ya parte de nuestro ser más íntimo.

En mi próximo artículo hablaré del paso de la letra escrita al dígito electrónico. ¡Síguenos en las redes!¡Comenta de forma constructiva!¡Comparte una expresión artística! Nuestro proceso de aprendizaje y disfusión es colectivo y multimodal.

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