Fragancia del subsuelo (P. III)
Fragancia del subsuelo (P. I y P. II)
En ese momento supe que estaba en un sueño del que quería despertar, así que aparté la atención de aquella membrana, buscando de nuevo la sensación de flotar. Sin apenas sentirlo, se hizo presente una niebla densa. Podía seguir apreciando mi unión en el triplete, pero tenía una sensación de pérdida de frontera. No podía contemplar mis propios límites, como un sentimiento de desnudez o una inmersión en un líquido denso y respirable. Así permanecí hasta que se hizo habitual y comencé a percibir un movimiento semejante al de los pájaros, pero sin tiempo. Y en mi caso no transportaba nada conmigo, ni había jornada cuyo destino quisiese alcanzar.
Volvió la luz de neón azul lunar, la sensación de arena y la conexión con el sólido subsuelo colectivo. Un despertar del sueño que dejó un poso que no podía determinar. Durante ese día tuve de forma insistente una lejana ingravidez en el habitáculo, que se fue disipando poco a poco, y recobré la conexión, la raíz y el sonido de piar que entraba por las ventanas. Ese día supe que había cambiado de ciclo porque mis ventanas se habían transformado en una colmena de celdas circulares, emulando aquellas burbujas con las que había comenzado mi viaje.
Así es el sueño. Indescriptible. En este quinto ciclo mi espacio parece más amplio, mis raíces más profundas y siento deseo de decorar mi muro de luz. Cada celda es un reto, pues según cómo se adorne parece tambalearse la barrera hacia el sueño. Trato de recordar los ciclos previos, buscando pistas y acertijos que el hilo conector retiene al atravesarlos, pero mis viejos trucos de ventanas ya no tienen sentido aquí.
Hace siete noches, amaneció mi compleja colmena de un negro desteñido, y por primera vez en este plano algo que no era un pájaro me habló para revelarme secretos del núcleo–madre. Fue tan revelador que solo deseé tener la capacidad de habla para poder preguntar. Me dijo lo siguiente, lo recuerdo perfectamente, como si fuera una leyenda: todas sois como abejas solitarias que buscan el camino en un cristal traslúcido. Volvéis sobre los mismos senderos una y otra vez, os perdéis en las cortinas de gasa blanca, en los contornos de las aberturas, en los huecos de la estructura. Sentid la brisa, impregnaos de la fragancia, tocad a los seres etéreos, hablad con los pájaros, y sabed que cuando llega la noche siempre se exhala lo que nutre de día.
Hubo un silencio en el que resonaron los ecos de tales sentencias para tomar reposo en algún hueco de mi colmena, y la voz continuó: el suelo no es sólido, ni el subsuelo profundo, ni las raíces son vuestras, ni el núcleo es uno. Os agitáis en planos, os repetís en ciclos, y el hilo que une es vuestra guía. No retengáis memoria, no perdáis el sueño, no os rindáis al silencio, no hay tiempo ni movimiento.
Continúa: P. IV