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Los 7 Pecados de Gea: Cap. I. Úrsula

Parte 2 de 8 (véase 1 de 8 aquí)

 

Úrsula vivió hace cuarenta y cinco mil años los primeros fríos de la última glaciación de Gea, en una caverna de los acantilados al pie del monte Parnaso, un monte griego cercano al mar. Su horda se componía de veinticinco personas y ella era el segundo hijo de su madre. Al primero se lo había llevado un leopardo con sólo dos años de edad, algo normal en aquellos tiempos. Su nacimiento tuvo lugar en primavera, cuando su horda subía ladera arriba tras pasar el invierno en la costa, en incómodos refugios de madera y pieles y alimentándose de la carroña que conseguían robar a las hienas, ya que la caza de bisontes era demasiado peligrosa en esa época del año. Ahora regresaban a las montañas, donde las bajas temperaturas eran más soportables tras el invierno y podrían cazar dignamente.

Su madre estaba a punto de darle a luz en el campamento temporal de primavera, una cueva que le había servido como guarida de invierno a algún oso de las cavernas, que no volvería hasta el otoño. Solo usaban esta cueva durante un tiempo mientras cazaban los bisontes que se dirigían hacia sus pastos de verano en el monte. Anteriormente había estado ocupada por un grupo de humanos diferentes a ellos, que se hacían llamar “Neandertales”, más robustos y resistentes al frío, pero menos hábiles. Sus limitadas herramientas daban fe de ello. Estos al ver a la horda de Úrsula habían decidido evitar una confrontación retirándose a terrenos más altos. Su número ahora era más limitado.

Nunca nadie de la especie humana de Úrsula se había adentrado tanto en Europa, sus cuerpos más altos y esbeltos se adaptaban mejor a los climas cálidos de Oriente medio y África. Y por esta razón los neandertales habían vivido anchamente en Europa. Sus cuerpos estaban mejor preparados para el frío. Pero ahora que la horda de Úrsula junto con otros humanos modernos habían decidido no retirarse ante las bajas temperaturas, los neandertales estaban siendo desplazados poco a poco, y se encaminaban lenta y pacíficamente hacia su extinción. Su mayor adaptación a los fríos de esas tierras no podía competir con el nivel de comunicación y organización social de los nuevos humanos, y por esa razón fueron incapaces de sobrevivir.

Tras su nacimiento, Úrsula pasó el primer año de su vida acompañando a su madre en la recolección de alimentos en el bosque cerca del campamento, y en cuanto pudo caminar comenzó a ayudarla en su tarea. El otoño ofrecía mas frutos que la primavera. Las avellanas, bayas y setas abundaban por esos parajes. La horda se desplazaba a un campamento diferente según la estación. El verano lo pasaban en las montañas, pero al llegar el invierno debían descender hacia la costa de nuevo. Era la estación mas dura; el frío combinado con un año de escasa comida arrasaba con los niños y ancianos. Sólo los fuertes conseguían salir adelante. Úrsula fue de los afortunados.

A los doce años perdió a su madre. Esta tenía veintiséis años. Era una mujer relativamente joven, que ya había perdido algunos dientes. Tras una caída se fracturó la pierna y esta se le infectó con el tiempo. La infección pasó a su sangre causándole la muerte por septicemia seis semanas más tarde. Úrsula era casi una mujer desarrollada y poco después los hombres jóvenes empezaron a competir por impresionarla para que los considerase dignos de su linaje, y ella tuvo que decidirse. Poco después, con quince años de edad, dio a luz a su primera hija en plena primavera. Cuatro años más tarde tuvo otra. Las dos crecieron sanas y fuertes y Úrsula vivió para ver a sus nietas. Pero ya era muy vieja, había perdido muchos dientes, y ya no podía masticar la comida. Cuando la horda se disponía a bajar de las montañas hacia la costa para pasar el invierno, se dio cuenta de que sería incapaz de soportar el viaje, y que solo constituiría una carga para su familia. Así que decidió quedarse en la cueva donde había nacido ella y sus hijas. Envuelta en pieles la instalaron en la entrada, y tras una amarga despedida, vio cómo sus hijas partían montaña abajo con el resto de la horda y se perdían en la lejanía. Esa noche el oso regresó. Úrsula había muerto a la edad de treinta y siete años, y junto a su horda fueron los primeros humanos modernos que poblaron Europa.

Continúa: Cap. II. Xenia

(Zaragoza, 2005)

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